Un día como hoy en la historia se vivió un tenso y peligroso enfrentamiento verbal entre el escritor e intelectual Miguel de Unamuno y el fundador de la Legión, Millán-Astray.
Unamuno comulgó con las ideas Republicanas en sus comienzos y fue él mismo quien, siendo concejal en Salamanca, proclamó la Republica en la ciudad el 14 de abril de 1931. Sin embargo, pasado algún tiempo Unamuno comenzó a desencantarse, empezando a creer que el movimiento de los sublevados que dirigía Franco era el salvador de una España “que lucha contra sí misma”, tal y como contó en una entrevista poco después de ser arrestado de manera domiciliaria:
“Tan pronto como se produjo el movimiento salvador que acaudilla el general Franco, me he unido a él diciendo que lo que hay que salvar en España es la civilización occidental cristiana y con ella la independencia nacional, ya que se está aquí, en territorio nacional, ventilando una guerra internacional”.
EL SUCESO
12 de octubre de 1936, se celebra el Día de la Raza (actualmente el Día de la Hispanidad) y la guerra civil española apenas cuenta con 3 meses de “vida”. Coincidiendo con la inauguración del curso universitario, se realiza un acto solemne en el paraninfo de la Universidad de Salamanca. Por entonces, la universidad más antigua de España cuenta con Miguel de Unamuno como rector, que por entonces ya se había percatado de que el movimiento sublevado y el comienzo de la guerra no eran lo que el suponía. Aunque estaría presente en el acto como presidente, decide mantenerse al margen de intervenir más allá del discurso institucional.
“En tanto me iban horrorizando los caracteres que tomaba esta tremenda guerra civil sin cuartel debida a una verdadera enfermedad mental colectiva, a una epidemia de locura con cierto substrato patológico-corporal”.
El acto está rodeado de presencia de miembros falangistas, y están presentes Carmen Polo, esposa de Francisco Franco, el general Millán-Astray y otras personalidades militares y eclesiásticas. Tras la presentación del acto, que corre a cargo de Unamuno, intervienen el resto de los conferenciantes. Bajo el tema “exaltación nacional, el Imperio, la raza y la Cruzada”, estos desarrollan sus discursos cargando contra catalanes y vascos a través del concepto de los “antiespañoles”. A Unamuno, ya horrorizado por el movimiento sublevado, no le gusta el cariz que están tomando las palabras de los intervinientes, y su idea de no pronunciarse comienza a cambiar. A modo de cuartilla, utiliza el reverso de una carta que la esposa de uno de sus allegados le había enviado pidiéndole que interviniera ante el inminente fusilamiento de su marido para tomar notas. Tres de las palabras que rezan en el manuscrito son “vencerán, pero no convencerán”.
Es aquí donde la historia, debido al entorpecimiento de la libre información por parte de la prensa fascista, queda borrosa e incierta, pero no disuelta. Aunque los expertos estudiosos de la figura de Unamuno, como el matrimonio Rabaté, aseguran que las palabras «venceréis pero no convenceréis» no fueron pronunciadas por el escritor de manera exacta, también afirman que el mensaje del discurso del intelectual queda intacto, sea cual sea la interpretación o transcripción (que nunca existió) del mismo:
Entre tanto, Millán-Astray, nervioso y tras decir “¿puedo intervenir?”, interpela a Unamuno alzando la voz: “¡Mueran los intelectuales! ¡Viva la muerte!”
Ya sé que estáis esperando mis palabras, porque me conocéis bien y sabéis que no soy capaz de permanecer en silencio ante lo que se está diciendo. Callar, a veces, significa asentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Había dicho que no quería hablar, porque me conozco. Pero se me ha tirado de la lengua y debo hacerlo. Se ha hablado aquí de una guerra internacional en defensa de la civilización cristiana. Yo mismo lo he hecho otras veces. Pero ésta, la nuestra, es sólo una guerra incivil. Nací arrullado por una guerra civil y sé lo que digo. Vencer es convencer, y hay que convencer sobre todo. Pero no puede convencer el odio que no deja lugar a la compasión, ese odio a la inteligencia, que es crítica y diferenciadora, inquisitiva (mas no de inquisición). Se ha hablado de catalanes y vascos, llamándoles la antiespaña. Pues bien, por la misma razón ellos pueden decir otro tanto. Y aquí está el señor obispo [Plá y Deniel], catalán, para enseñaros la doctrina cristiana que no queréis conocer. Y yo, que soy vasco, llevo toda mi vida enseñándoos la lengua española que no sabéis. Ese sí es mi Imperio, el de la lengua española y no (…)
“Acabo de oír el grito de ¡viva la muerte! Esto suena lo mismo que ¡muera la vida! Y yo, que me he pasado toda mi vida creando paradojas que enojaban a los que no las comprendían, he de deciros como autoridad en la materia que esa paradoja me parece ridícula y repelente. De forma excesiva y tortuosa ha sido proclamada en homenaje al último orador, como testimonio de que él mismo es un símbolo de la muerte. El general Millán Astray es un inválido de guerra. No es preciso decirlo en un tono más bajo. También lo fue Cervantes. Pero los extremos no se tocan ni nos sirven de norma. Por desgracia hoy tenemos demasiados inválidos en España y pronto habrá más si Dios no nos ayuda. Me duele pensar que el general Millán Astray pueda dictar las normas de psicología a las masas. Un inválido que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes se sentirá aliviado al ver cómo aumentan los mutilados a su alrededor. El general Millán Astray no es un espíritu selecto: quiere crear una España nueva, a su propia imagen. Por ello lo que desea es ver una España mutilada, como ha dado a entender.
Este es el templo del intelecto y yo soy su supremo sacerdote. Vosotros estáis profanando su recinto sagrado. Diga lo que diga el proverbio, yo siempre he sido profeta en mi propio país. Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha, razón y derecho. Me parece inútil pediros que penséis en España”.
Tras las palabras de Unamuno la tensión ya es insoportable en el recinto, por lo que Carmen Polo le agarra del brazo y abandona el paraninfo increpado por los allí presentes. Así es como lo relatan numerosas fuentes y expertos.
Días después de lo acontecido en la Universidad de Salamanca un decreto firmado por Franco le destituyó del cargo como rector. Después se le impuso arresto domiciliario y el 31 de diciembre del mismo año, aun arrestado, murió de forma repentina.
El suceso ha sido narrado en numerosas ocasiones, y ahora, el director Alejandro Amenábar firma la película “Mientras Dure la Guerra”, cuyo estreno no ha estado exento de polémica. Según el cineasta en respuesta a las preguntas de ABC, “He intentado no ofender, ser entendido por la izquierda y la derecha”.