El 11 de junio de 1509, tan sólo unos meses después de acceder al trono, un joven Enrique VIII desposaba a la hija menor de los Reyes Católicos, Catalina de Aragón. Catalina era además viuda del hermano mayor de Enrique VIII, el Príncipe Arturo, que había fallecido cinco meses después de contraer matrimonio. Pero a lo largo de los dieciocho años que duró el matrimonio, Catalina de Aragón no logró dar ningún heredero varón a su esposo. Ello unido a la pasión que despertó en el monarca Ana Bolena, terminaría motivando que Enrique VIII forzase la nulidad de su primer matrimonio y contrajese nuevas nupcias con su amante. Sin embargo, la obtención de dicha nulidad cambiaría para siempre el rumbo de la historia inglesa, pues ante la negativa del Papa a concedérsela, Enrique VIII rompió con Roma obteniendo la ansiada nulidad de un tribunal eclesiástico inglés. La ruptura se consagraría legalmente en 1534 con la proclamación del Acta de Supremacía, acta de nacimiento de la Iglesia Anglicana a cuyo frente se situó el monarca.