Entre 1855 y 1900 se celebraron en París cinco exposiciones universales, las grandes citas mundiales del siglo XIX en las que se mostraba al público los grandes avances tecnológicos de la era industrial. La de 1889 fue preparada como un acontecimiento excepcional, puesto que ese año se celebraba el centenario de la Revolución Francesa, momento fundacional de la Francia contemporánea. Las infraestructuras para el evento fueron levantadas en el eje plaza del Trocadero-Campo de Marte y en la Explanada de Los Inválidos. Aunque inicialmente acudieron menos países de los esperados, cuando cerró sus puertas lo hizo con un rotundo éxito de crítica y público. Su herencia más duradera para la ciudad fue la Torre Eiffel, construida expresamente para la ocasión.