En octubre de 1582 se aplicó la reforma del calendario Juliano, que había sido instituido por Julio César en el año 45 a.C. La necesidad de modificarlo procedía del desfase que se había detectado entre el tiempo astronómico y el calendario, que dificultaba el cálculo de la celebración anual de la Pascua de Resurrección (que depende del equinoccio de primavera). Por ello el papa Gregorio XIII ordenó su reforma, que fue publicada por la bula Inter Gravissimas, de 24 de febrero de 1582. El reajuste imponía que se suprimiesen diez días, por lo que al 4 de octubre de ese año le siguió el 15, dando inicio al calendario gregoriano. Los países protestantes inicialmente rechazaron la implantación del Calendario Gregoriano pero fue consumada en los siglos siguientes.