Tal día como hoy de 1599 fue bautizado en Sevilla uno de los mayores genios del arte de todos los tiempos, Diego Rodríguez de Silva y Velázquez. Se formó en la capital andaluza, en el taller de Francisco Pacheco, que más tarde se convirtió en su suegro. En 1623 se trasladó a Madrid llamado por el conde-duque de Olivares. Entró entonces al servicio de Felipe IV, en cuya corte permaneció hasta su muerte en 1660. Realizó dos viajes a Italia en los que amplió conocimientos y aumentó su reputación internacional. Participó en los grandes proyectos artísticos de su tiempo, como la decoración del Palacio del Buen Retiro o la de la Torre de la Parada y su prestigio en vida entre sus colegas fue inmenso. Su influencia póstuma ha ido más allá del arte español, siendo especialmente destacada la atracción que por su arte sintieron los primeros impresionistas. Sus obras se hallan dispersas en museos de todo el mundo, aunque la mayor colección de las mismas se conserva en el Museo del Prado.