La noche del 30 de junio de 1520 está escrita con letras de sangre en la peripecia conquistadora de Hernán Cortés. Unos meses antes, en noviembre de 1519 los españoles comandados por Cortés y apoyados en las poblaciones indígenas que rechazaban el dominio azteca habían logrado llegar al corazón del Imperio azteca, Tenochtitlán. Aunque inicialmente fueron bien recibidos, aprovecharon las confusas noticias sobre una conspiración indígena para apresar al emperador Moctezuma. Cortés, que había iniciado su expedición contraviniendo la voluntad del gobernador de La Española, se vio obligado a dejar la ciudad para hacer frente a una expedición de castigo enviada por éste. A su regreso, en junio de 1520, la población nativa se había rebelado contra los españoles. Ni siquiera Moctezuma, que fue lapidado por los habitantes de la ciudad, pudo aplacar la situación. La noche del 30 de junio acosados por los aztecas los españoles abandonaron como pudieron Tenochtitlán. La sangrienta jornada pasaría a conocerse desde entonces como la noche triste.