conciencia global, la biodiversidad, el clima y el modelo de desarrollo
Algo tan pequeño como un virus ha conseguido paralizar la civilización más desarrollada de todos los tiempos. La pandemia ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad del ser humano. «Ha hecho evidente algo que siempre ha estado ahí: que somos seres interdependientes, frágiles, vulnerables, necesitados de comunidad, de afectos, de cuidados.
Durante décadas nos han bombardeado con otra idea que
interesaba a los poderes económicos», reconoce el antropólogo
José Antonio Cortés, profesor en la Universidade de A Coruña.
«A pesar de nuestra sofisticación y complejidad civilizatoria,
seguimos siendo animales ecodependientes. Nuestro desarrollo
no nos garantiza el control y la supeditación de la biosfera a
nuestros intereses y fines. En este caso, un elemento de esta
biosfera de lo más simple y primitivo pone en jaque toda esa
complejidad y progreso del que hacemos gala y que constituyen
en el delirio de la modernidad nuestro supuesto
salvoconducto para la eternidad», añade Pablo Meira,
profesor titular de la Universidade de Santiago en Educación
Ambiental y Cultura de la Sostenibilidad.
El ambiente que se respira es de que estamos ante un momento
decisivo de la historia. La cuestión es si una población angustiada
por el drama de los miles de fallecidos y la pérdida de empleos se
encuentra en condiciones de realizar una profunda reflexión
colectiva. «El eslogan del mundo posterior al COVID-19 en el
aspecto socioeconómico y productivo ya ha sido seleccionado:
«saldremos de esta, volveremos a la normalidad». Parece
que no hay hueco para plantearse si de hecho queremos volver a
la normalidad o no, cuando esa normalidad era la de un mundo
que se dirige de cabeza a una crisis ambiental monstruosa»,
advierte Cortés.
Conocimiento científico
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«La normalidad a la que queremos volver conduce a una crisis ambiental monstruosa» COMPARTE TUITEA COMENTA
El enemigo actual es invisible y ajeno a la especie humana, pero la
comunidad científica entiende muy bien el problema y tiene
identificado al verdadero responsable del colapso actual. «Hemos
estado dañado nuestros ecosistemas de manera muy significativa
y exponiéndonos cada vez más a nosotros mismos ante este tipo
de amenazas que afectan a la salud pública», apunta Susana
Bayo, física e investigadora de la Universidad de Vigo.
La ciencia lleva décadas alertando sobre los riesgos que produce
el deterioro del mundo natural. Y la respuesta que ha recibido ha
sido indiferencia y recortes. Ahora se aplauden a los expertos.
¿Puede entonces esta crisis cambiar la relación con el
conocimiento científico? «No lo creo. Habrá un primer momento
de alta sensibilidad, principalmente con todo aquello que tenga
que ver con la salud, pero no tengo claro que esa
sensibilidad se extienda de forma automática a otras
problemáticas. Estoy seguro, por ejemplo, de que el
negacionismo climático seguirá actuando, de forma cada vez más
sutil, pero que seguirá», lamenta Meira. «Siempre digo que el
cambio climático es, desde el punto de vista humano, una
catástrofe a cámara lenta y no parece ni se experimenta
socialmente como una catástrofe. La ciencia puede pulsar la
alarma climática y lo lleva haciendo desde finales del siglo XIX.
Pero para la población sigue siendo un problema frío,
psicológica y culturalmente», añade.
«Sobre esto soy algo optimista y también cauteloso. Habrá un
reforzamiento de la confianza en las instituciones públicas y en el
conocimiento experto, algo muy mermado en los últimos años
con el auge de la posverdad. Cabe la posibilidad de que eso ayude
a que se escuche más a la ciencia en otros ámbitos, como el
cambio climático», añade Cortés. «Creo que al menos, en este
momento, la sociedad ha puesto en valor la investigación ya que
se han dado cuenta de lo importante que es para salvar vidas
humanas y lo que nos están ayudando los científicos a resolver
este problema. Tendremos que demostrar que no hay que
escoger entre economía y ecología», sostiene Bayo.
La necesidad de una conciencia global
Una vez que la ciencia termine con el virus, la humanidad deberá
asumir un asunto trascendental. ¿Es posible que la primera
pandemia planetaria genere una conciencia global? «Todo lo que
nos suceda y sucederá dependerá de cómo manejemos las
interacciones con la biosfera única e igual para todos», asegura
Meira. «No lo creo. Todas las acciones que se están tomando
desde los gobiernos e instituciones internacionales van
encaminadas a restaurar un status quo que aparentemente
ha sido interrumpido por el COVID-19 y que, en realidad, es un
sistema en decadencia que empezaba a tambalearse por su propia
negligencia», señala Cortés.
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La cuestión económica
Cuando el mundo se ponga en marcha comenzará la
reconstrucción. Ya se han anunciado inversiones
multimillonarias. Habrá que decidir qué se hace con el clima
justo ahora que ha comenzado la década del desarrollo sostenible.
«Corremos el riesgo de que suceda como en la crisis del 2008 y
únicamente se piense en la economía y no se trabaje por una
salida sostenible», comenta Bayo. «En China ya están
reforzando el recurso de la producción térmica con
carbón como soporte energético para salir de su crisis»,
recuerda Meira. «Creo que la respuesta que se va a dar a la crisis
climática va a empeorar tras el coronavirus. Las políticas
ambientales pasarán a segundo plano. Los países se van a
esforzar en atraer inversiones, turistas y crear nuevos puestos de
trabajo. No importará su calidad, ni su duración, ni si contribuye
al cambio climático o no, solo va a importar el número de puestos
de trabajo creados», concluye Cortés.
https://www.lavozdegalicia.es/noticia/sociedad/2020/04/06/normalidad-queremos-volverconduce-clisis-ambiental-monstruosa/00031586199274177790349.htm#